Érase una vez en un Reino mágico un sastrecillo muy pobre, muy pobre, muy pobre que no tenía ni para comprarse un mísero chalet de 200 metros cuadrados ni para un yate de lujo, ni siquiera para un Mercedes de gama alta.
Este pobre sastrecillo había creado, con ayuda de unos alegres duendecillos que cosían y recosían cuando el sastrecillo descansaba como un bendito de sus borracheras nocturnas, unos pantalones mágicos que eran el gozo del sastrecillo y la envidia de todo su gremio. Estos maravillosos pantalones (del tipo vaquero, por cierto) tenían propiedades fabulosas que hacían que cayeran mágicamente y sin dolor todos los pelos de las piernas de aquellos que se los pusieran. Como ya os habréis imaginado, toda la Corte del Rey estaba entusiasmada con la idea y el sastrecillo, gracias a los pantalones que le hacían los duendecillos, por fín pudo comprarse un modesto jet privado para alegría del sastrecillo y los suyos.
Pero no todo fue alegría en el País de la Fantasía puesto que un par de esos pantalones se perdieron y fueron a parar, en el mundo real, a manos de un joven historiador, de músculos torneados y apostura sin igual (igualito, igualito a quién estas lineas escribe) que los compró sin percatarse de la mágica maravilla que tenía entre manos. El problema es que la magia que había que el pelo de las piernas se cayese sin dolor ya no funcionaba en le mundo real: ahora lo arrancaba haciendo efecto velcro sobre el pelo, causando gran dolor.
Cual fue la sorpresa del apuesto joven al descubrir que esos vaqueros que el pensaba normales en realidad no lo eran y le dejaron, antes de darse cuenta de que era exactamente lo ocurrido y en solo dos tardes de llevarlos, las piernas depiladitas a base tirones que le hacían doblarse de dolor por las esquinas la primera tarde que los llevó puestos. El segundo día ya apenas le molestaban y el joven pensó que sería algo debido a que eran nuevos y ahora ya estaban usados. Pero no, al quitarse los pantalones y mirarse la piernas el joven descubrio que se las había dejado mondas y lirondas como un pollo sin plumas. Sin pararse a comprobar más opciones el joven se lo contó todo a su señora madre diciéndole que no se volvía a poner esos vaqueros en la puta vida y cagándose en todos los muertos del jodido sastrecillo de los cojones el cual, por otro lado, se podía ir a cagar a la vía.
Pero esa es otra Historia que contaremos en otra ocasión.
Ende.
P.D.: Todos los hechos, situaciones y personas que aparecen en esta historia son verdaderos y se ajustan con claridad meridiana al curso real de los acontecimientos.
Para que luego digan que los comics americanos no tienen mensaje. Como por ejemplo esta portada de 1940 del Capitán América:
Pobre Bucky, parece que va a pasarlo mal: las amazonzas rubias le va a dejar cantando a lo Farinelli. Detrás tenemos aun viejo verde que parece sentirse muy contento con la emasculación y a una especie de Betty Page que se encoge de hombros mientras el Capitán América se echa hacia adelante no se sabe si para salvar a su joven compañero de tener que usar bragas por el resto de su vida o si para empujarle un poco más rápido hacia el hacha. Pura alegoría de la lucha de sexos que se daría poco después de verdad en la sociedad.
P.D.: Betty Page fue una famosa modelo erótica de los 50 que además practicaba escenas de bondage y sado-lésbicas light. Famosa también por sus pin-ups y que en la actualidad se ha convertido en un icono. Muy apropiado, pues, que un clon de esta señorita esté mirando como van a recortarle la cebolleta a Bucky y a dejarlo más mariquita de lo que ya parece con ese ridículo antifaz.
Biografía y fotos de Betty Page aquí:
http://www.bettiepage.com/about/bio.html
http://www.bettiepage.com/photos/bondage/index.html
INTERIOR. HABITACIÓN.
Una pareja joven en una cama. Él tiene la sábana levantada y mira por debajo de la misma con cara de preocupación. Ella le mira a él muy seria.
- Chico: No sé, te juro que nunca me había pasado.
- Chica: Tranquilo, no pasa nada.
- Chico: En serio, nunca me había ocurrido
- Chica: Que no pasa nada, es muy normal. Le ocurre a muchos hombres.
Se abre el plano y se ve que la sábana queda muy levantada a la altura de la zona pélvica del chico.
- Chico: ¿Tú conoces a muchos hombres que tengan erecciones de más de dos horas?
- Chica: Bueno, en realidad no. Pero como te veía tan preocupado algo tenía que decirte. ¿No habrás comido algo en mal estado?
- Chico: Pues no sé, no creo.
- Chica (poniéndose juguetona): Oye, ¿y si echamos otro?
- Chico (poniéndose también juguetón): Venga, que dicen que no hay quinto malo.
Los dos se meten debajo de la sábana, que se mueve mucho. Acto seguido paran y aparecen de nuevo las cabezas de los dos. Él, encima de ella, la mira muy serio.
- Chico: Pero si después de esto no baja vamos a Urgencias, ¿eh?
- Chica (mirándole lascivamente): Ya veremos, Superman.
Fundido a negro y FIN.
Hola. Casi todos los prehistoriadores están de acuerdo en que fue la posición erguida la que potenció que las manos humanas llegaran a ser el instrumento de precisión que han llegado a ser. Los grandes simios también tienen el pulgar oponible pero sus manos, al no quedar totalmente liberadas de la locomoción, no son tan eficaces como las nuestras.
Pero la posición bípeda también trajo una consecuencia imprevista: al ir sobre dos piernas el trasero humano no queda expuesto al aire. Nuestros gluteos se cierran sobre si mismos ocultando lo que viene a ser el ano y dificultando que los excrementos se liberen por si mismos. ¿Qué hubiese pasado si a pesar de desarrollar la verticalidad no se hubiese desarrollado la mano? Pues que los excrementos quedarían pegados a nuestro trasero, derrotados en su intento de huir de nuestros culos por la presa hecha por nuestros propios gluteos, lo que provocaría al género humano cantidad de infecciones, irritaciones, una notable falta de higiene y un olor corporal más que discutible. Seríamos el choteo y hazmereir del mundo animal.
El desarrollo de la mano es lo que ha impedido eso. Es más, podemos decir que el Hombre es Hombre desde el mismo momento que el primer homínido uso su mano para limpiarse el culo. Sin la mano iríamos todos con el culo echado a perder.
Ya lo saben, la próxima vez que se miren la mano piensen en como llevarían sus posaderas si no pudiesen usarla para limpiarse y échense a temblar. Buenas noches.