25 de Noviembre 2005

El sastrecillo milagroso.

Érase una vez en un Reino mágico un sastrecillo muy pobre, muy pobre, muy pobre que no tenía ni para comprarse un mísero chalet de 200 metros cuadrados ni para un yate de lujo, ni siquiera para un Mercedes de gama alta.
Este pobre sastrecillo había creado, con ayuda de unos alegres duendecillos que cosían y recosían cuando el sastrecillo descansaba como un bendito de sus borracheras nocturnas, unos pantalones mágicos que eran el gozo del sastrecillo y la envidia de todo su gremio. Estos maravillosos pantalones (del tipo vaquero, por cierto) tenían propiedades fabulosas que hacían que cayeran mágicamente y sin dolor todos los pelos de las piernas de aquellos que se los pusieran. Como ya os habréis imaginado, toda la Corte del Rey estaba entusiasmada con la idea y el sastrecillo, gracias a los pantalones que le hacían los duendecillos, por fín pudo comprarse un modesto jet privado para alegría del sastrecillo y los suyos.

Pero no todo fue alegría en el País de la Fantasía puesto que un par de esos pantalones se perdieron y fueron a parar, en el mundo real, a manos de un joven historiador, de músculos torneados y apostura sin igual (igualito, igualito a quién estas lineas escribe) que los compró sin percatarse de la mágica maravilla que tenía entre manos. El problema es que la magia que había que el pelo de las piernas se cayese sin dolor ya no funcionaba en le mundo real: ahora lo arrancaba haciendo efecto velcro sobre el pelo, causando gran dolor.

Cual fue la sorpresa del apuesto joven al descubrir que esos vaqueros que el pensaba normales en realidad no lo eran y le dejaron, antes de darse cuenta de que era exactamente lo ocurrido y en solo dos tardes de llevarlos, las piernas depiladitas a base tirones que le hacían doblarse de dolor por las esquinas la primera tarde que los llevó puestos. El segundo día ya apenas le molestaban y el joven pensó que sería algo debido a que eran nuevos y ahora ya estaban usados. Pero no, al quitarse los pantalones y mirarse la piernas el joven descubrio que se las había dejado mondas y lirondas como un pollo sin plumas. Sin pararse a comprobar más opciones el joven se lo contó todo a su señora madre diciéndole que no se volvía a poner esos vaqueros en la puta vida y cagándose en todos los muertos del jodido sastrecillo de los cojones el cual, por otro lado, se podía ir a cagar a la vía.

Pero esa es otra Historia que contaremos en otra ocasión.

Ende.

P.D.: Todos los hechos, situaciones y personas que aparecen en esta historia son verdaderos y se ajustan con claridad meridiana al curso real de los acontecimientos.

Escrito por fettuchini a las 25 de Noviembre 2005 a las 03:32 PM
Comentarios

este blog se actualiza menos que mi ropa interior.

Escrito por diego a las 7 de Diciembre 2005 a las 09:28 PM
Escribir un comentario









¿Recordar informacion personal?