Abelino, un abogado laboralista de mediana edad pero todavía bien parecido, pasa un mal momento en su relación con Maite, su esposa. El problema es que a ésta le da mucho asco cocinar la mayor parte de los platos, haciendo que la dieta de ambos consista en ensaladas, pechugas a la plancha y macarrones. Abelino le suplica a maite que le haga un estofado, que le practique un solomillo con cebolitas o, tal vez, que le haga un pisto de calabaza y pimientos. "Que asco, Abelino, esos platejos te los va a hacer tu madre porque lo que soy yo no pienso hacerlos. Menudas guarradas que me pides. Antes muerta que cocinarlos ni para tí ni para nadie", afirma Maite que, en cuestiones de cocina, es de lo más reaccionaria. Por lo demás, Maite es una amante del sexo más desenfrenado, pasional y muy buena en la cama pero eso, a estas alturas de la película, se la trae al fresco a Abelino: el lo que quiere es poder comer CHULETONES (en mayúscula, tipografía 72 en su mente), LASAÑAS, CANELONES y ALBÓNDIGAS EN SALSA.
Y así pasan los días, con el pobre Abelino muriéndose de hambre y teniendo que comer a escondidas en restaurantes de mala muerte los platos que no le cocina su mujer, siempre con miedo de que le descubra. Por que, aunque pueda parecer extraño, de enterarse Maite que come esas cosas tan "asquerosas" por ahí, hay muchas posibilidades de que le abandone. Y el pobre Abelino aún la quiere mucho... Una vez Maite sospechó que había ido a comer a un restaurante y Abelino tuvo que convencerla para que no se fuese a casa de su madre, que todo era mentira e imaginaciones suyas y que él sólo comía lo que ella le daba.
Un buen día (o malo, según se mire), Abelino conoce a Olga. Olga es una chica de la limpieza de su bufete. De su edad pero mal cuidada por la vida, no muy guapa, con poca presencia física y con muy pocas o ninguna coincidencia en gustos y pensamiento con Abelino (un dandi un tanto snob, por lo demás), todo parece indicar que no van a tener mayor relación que la que lleva esperar a que se sequenlos baños después de que Olga los friegue. Pero hete aquí que, en una de esas esperas, Olga le comenta lo que va a hacer para comer: LENTEJAS ESTOFADAS CON CHORIZO de primero y ESTOFADO DE TERNERA A LA PIMIENTA de segundo. Abelino saliva de placer con solo oirlo y, a partir de ese día, busca cada momento que puede para hablar con Olga y preguntarle, como quien no quiere la cosa, que qué va a hacer de comer. Ella, tras un mes de insistentes preguntas sobre sus platos, le invita a cenar a la salida del trabajo. Abelino finge tener que quedarse hasta muy tarde en la oficina para que Maite no sospeche. Y todo resulta como Abelino se esperaba: la TRUCHA AL HORNO esta deliciosa, el CORDERO LECHAL ternísimo y con la CUAJADA CASERA, Abelino se echa a llorar. Olga, llevada por cierto instinto maternal, le consuela y, al final, terminan haciendo el amor sobre la alfombra del pequeño apartamento de Olga.
Desde ese momento, la vida de Abelino cambia totalmente. Comienza a tener reuniones a ultima hora cada vez más frecuentes y cada vez hasta más tarde y muchos, muchos viajes a fuera de la ciudad. Ni que decir tiene que en realidad está con Olga, degustando platos y más platos caseros a cada cual más sabroso. Por lo demás, Olga es mediocre en la cama, una amante, en el mejor de los casos,regular, poco imaginativa y muy conservadora. Le gusta hacerlo con la luz apagada y el camisón puesto, cosa que en este caso juega a sus favor porque la desnudez tampoco la agracia demasiado.
La situación se termina volviendo insostenible para Abelino, su salud comienza a resentirse por esta doble vida. No puede más con tantas mentiras, con tener que cuadrar y ser coherente con tantas historias falsas. Se tiene que decidir de una vez entre su esposa, una guapa cuarentona, potente y sexual, con una fortuna considerable... y Olga, de casi cincuenta, más bien fea, tetas caidas, limpiadora y sin más patrimonio que una pequeña cuenta en el banco y un pisito al que todavía le quedan 10 años para terminar de pagar.
Finalmente, Abelino se decide; habla con Maite y le dice la verdad. Esa misma noche se marcha de la que hasta entonces había sido su casa sin más ropa que la puesta. Llama a su abogado y le explica lo que ha ocurrido. Cuelga. Acto seguido llama a Olga:
- "Olga, cariño, ya se lo he dicho. Sí, se lo he contado todo. Sí, ya, yo también te quiero. Que sí. Oye, ¿qué has hecho para cenar?"
Hoy le digo a un compañero de trabajo que Perdidos es una serie de gran complejidad argumental. Me responde: "Pero, ¿qué complejidad argumental? ¡Si el otro día la estuve viendo 5 minutos y no me enteré de nada!"
Pues eso.