Eso es lo que dijo. Y lo dijo de corazón.
Hola amiguitos, el siguiente video ilustrará lo que será mi vida durante los próximos días:
Ya tengo ganas de subirme al robot gigante. Porque espero que me den un robot gigante.
- Energúmeno 1: Oye, muchacho, que queremos salir por esta puerta.
- Fettuchini: Para salir por la puerta 12.
- Energúmeno 2: No, que lo que queremos es que nos abras ésta, que tenemos el coche ahí.
- Fettuchini: Lo siento, para salir es por la puerta 12. Esta no se puede abrir hasta que caiga el sexto toro.
- Energumeno 2 (tratando de abrir la puerta sin ver que está cerrada con una barra metálica): Pues es que no nos queremos esperar hasta que caiga el sexto.
- Fettuchini (poniéndose en pie y bastante serio): Pues es lo que hay. Y, ahora, si me hace el favor de NO volver a tratar de abrir la puerta que le he dicho que NO se puede abrir...
- Energumeno 1: Pues vaya gilipollez. Oye, muchacho, ¿esas gorras os las dan para que os creais generales o qué?
- Energúmeno 2 (mirando el libro que lleva Fettuchini): Y que andas leyendo, ¿la Biblia?
- Fettuchini: No, caballero, es "Historia del Imperio Romano desde Marco Aurelio" de Herodiano.
- Energumeno 1: Ah, pues lo que decía yo, la Biblia.
Energumeno 1 y Energumeno 2 se cansan de hacer el payaso y se van hacia dentro del tendido a ver el sexto toro. En la bocana del tendido Energumeno 2 se vuelve y dice:
- Energumeno 2: Tienes que estar pensando que vaya par de gilipollas que somos.
- Fettuchini (sonriendo) : Señor, nunca se me ocurriría decir eso en voz alta.
Atiendan a la jugada, hoy en las vaquillas de las fiestas del Pilar en las que trabajo de portero un borracho gordísimo quería mear a escaso medio metro de la puerta que tenía que guardar. Como no me termina de hacr gracia estar entre los meados de un borracho le he pedido amablemente que se fuese a mear a los baños que estaban a TRES metros de ahí. El borracho, muy amablemente también, me ha dicho que me iba a dar dos hostias como tratase de impedirle mear ahí y, además, me iba a poner una denuncia si se ponía la mano encima.
Yo, ante tal alarde de lógica, le he dicho que por mi parte me iba a limitar a llamar a un policía nacional para que, con su porra y su sonrisa, le convenciese de las ventajas de usar un urinario.
Las ganas de mear de mi borracho se han esfumado de repente y, durante el siguiente cuarto de hora, su estado emocional pasaba de afirmar que no quería meterme en problemas a tratar de abrazarme.
Posteriormente ha tratado de subir unas escaleras y se ha caido rodando por ellas cuando casi estaba arriba para terminar aterrizando sobre su cabeza. Mientras los chicos de la Cruz Roja se lo llevaban en una camilla mi nuevo amigo me ha mirado a través de la contusión y el alcohol y ha levantado su manita hacia mí mientras murmuraba unos sonidos bastante incoherentes. Ha sido casi enternecedor. Casi.